Racionalismo indiferente
El escenario de concentración de poder de las corporaciones es
un riesgo para el mantenimiento de las metas alcanzadas o para los posibles
avances de los sistemas de salud en el mundo, puesto que confronta tanto los postulados del
neoliberalismo como los del estado social de derecho, por un lado, las
condiciones del mercado favorecen a un grupo reducido de actores que acumulan
la mayor parte del capital disponible, con lo cual afecta el libre mercado y el
libre comercio, premisas de esta teoría política económica. Por otra parte, el
Estado no cuenta con las capacidades necesarias para regular a estos actores y
corregir las fallas del mercado, sin embargo, es a él a quien se acude para
garantizar la protección de los derechos sociales por encima de los intereses
de las compañías.
Una de las formas para fortalecer al Estado y que este
pueda cumplir su labor como garante de los derechos sociales es la impulsada
por John Maynard Keynes en 1936, la cual plantea las bases del New Deal, el
cual es un conjunto de políticas encaminadas a regular a los actores del
mercado y fortalecer las políticas sociales. Con esta regulación las
instituciones del Estado recobran el poder político y económico perdido y
posteriormente dominado por las elites económicas (Waitzkin, H., &
Jasso-Aguilar, R. 2015). Durante el periodo de 1933 y 1980, se impulsaron los
estados de bienestar basados en el New Deal, un modelo de Estado en el que se
le garantizan todos los derechos sociales a los integrantes del país como
objetivo rector. En este contexto surgen propuestas de gran importancia en
términos de salud pública, como la APS promulgada en Alma Ata en 1978 o la
declaración de Ottawa en 1986. Sin embargo, en 1980 con el surgimiento del
neoliberalismo, el Estado se reduce para darle espacio al mercado como agente regulador,
dejando atrás los Estados de bienestar y con ello las propuestas en salud
pública anteriormente mencionadas.
Actualmente requerimos de un Estado con instituciones
fortalecidas. Las instituciones son el instrumento mediante el cual el estado
puede enfrentar a actores tan importantes y poderosos como las farmacéuticas o
los aseguradores. Mover la balanza del poder hacia el Estado, es la única forma
de cumplir la promesa de garantizar el derecho a la salud a toda la población como
es debido en un Estado social de derecho. De igual forma, es importante
entender que la prestación de servicios de salud es solo una parte de lo que es
la salud vista desde el Modelo de determinantes sociales en salud MDSS (World Health Organization.
2009), el cual plantea una serie de
determinantes estructurales e intermedios que influyen en el estado de salud de
la población y que pueden ser abordados en el mediano y largo plazo, siendo
factible para las circunstancias actuales el abordaje de los determinantes
estructurales de posición socioeconómica, clase social, educación, ocupación e
ingresos. Si los servicios de salud logran responder a las particularidades de
la población en términos de estos factores, se podría mejorar el funcionamiento
del sistema, acercándolo a la población, disminuyendo las barreras y emergiendo
de las realidades locales. Esta forma de abordaje reduce las desigualdades, que
vistas desde este modelo, contribuyen a mejorar los estándares de salud de la
población.
Figura N° 1: Marco conceptual
de la Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud.
Fuente: Corregido de Solar y Irwin, 2007.
Esta solución no es definitiva, por el contrario, abre
muchos interrogantes acerca del rol que debemos ejercer y defender. ¿cómo
aprender a convivir y tomar decisiones colectivas que contemplen a la dignidad
humana como principio rector y que en última instancia construyan esa quimera
llamada Estado? y de conseguirlo, ¿Cómo poder controlarlo?, encomendar una
responsabilidad y poder tan grande a una organización social requiere de la
vigilancia y regulación constante del mismo regulador. El compromiso es la
primera responsabilidad, en palabras de Edmundo Granda “el accionar del
individuo, de los públicos o movimientos sociales que promueven la salud,
controlan socialmente el cumplimiento de los deberes encomendados al Estado,
luchan por su democratización y entran en acuerdos-desacuerdos con los poderes
supra e infranacionales… En esa medida, desde la salud pública debemos comprender
que nuestra potencialidad actual para apuntalar el fortalecimiento de la salud
de las colectividades, el fortalecimiento de las instituciones debilitadas y el
propio desarrollo de nuestra disciplina radica en la necesidad de
transformarnos en intérpretes-cuidadores y mediadores.” (Ugalde, E. G. 2008).
La justicia social, es un término comúnmente
utilizado para plantear el rumbo que deben tomar los estados modernos, al ser
asociado con lo que es “bueno” para todos. Este término por definición plantea
un desafío ético e ideológico en el que debe primar la razón. Debido a que la
salud no es el origen de las desigualdades sociales, pero si puede
acrecentarlas. Por un lado, se encuentra el libertarismo, ideología que ubica
la libertad como bien y fin supremo, la cual debe ser defendida y garantizada
por el Estado mediante la protección de los llamados “Derechos naturales”. La
otra cara de la moneda en esta batalla ético-ideológica, es el utilitarismo, el
cual plantea que las decisiones deben tomarse en términos de sus posibles consecuencias
y como estas pueden brindar utilidad individual y social al menor costo posible.
Esta postura es el fundamento ético de la economía neoclásica, pensamiento
económico comúnmente utilizado en el SGSSS. En contra posición de estas dos posturas John
Rawls impulsa el Neokantianismo en las decisiones políticas, mediante la
Justicia redistributiva que pretende “organizar instituciones justas y
legítimas”, como medio para alcanzar la mencionada justicia social (Arias-Valencia,
S. 2017). Sin embargo, en una sociedad desigual no es posible alcanzar este
fin, que como lo menciona el contrato social de Thomas Hobbes, el cual se
establece “entre hombres libres e iguales”.
Para terminar, es necesario recordar la importancia de la
razón humana, esta ha sido la herramienta que nos ha permitido avanzar como
especie y continuar aquí, el único hogar que hemos conocido. Hace solo menos de
600 años lo que hoy conocemos como pobreza era el imperativo mundial de la
condición humana. Fue el avance en las ideas, el predominio del pensamiento lo
que cambio esa situación. Hoy somos testigos más que nunca de los peligros de
dejar la razón a un lado, el desplome de los sistemas de salud, las catástrofes
a causa del cambio climático, las injusticias sociales y ambientales, no son
más que el reflejo del descuido “del sí mismo”, como lo referían los Estoicos,
el imperativo ético de vivir conforme a la naturaleza y el ejercicio constante
de la virtud, son planteamientos que nos serian de utilidad en la actualidad.
Quizás para algunos el continuar con el SGSSS en Colombia no sea la mejor
solución, pero trayendo a colación el planteamiento de Winston Churchill “La
democracia es un mal sistema, pero es el menos malo de los sistemas políticos”.
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